15 de febrero de 2004.
El Real Madrid de los galácticos se empezaba a desmoronar como un castillo de naipes. Mal juego, mal ambiente en el vestuario y con el runrún constante en la grada del Bernabeu.
Enfrente, un Valencia que llegaba de menos a más, segundo a dos puntos del Real Madrid, y con un orden táctico que secaba a cualquier contrario.
A cualquier contrario deportivo, está claro. Desactivó con Albelda a todo el galáctico centro del campo merengue compuesto por Guti y Beckham, Ayala no le dejó un solo metro a Ronaldo y Raúl anduvo como alma en pena sobre el verde. De las primeras de tantas.
A todo esto, Fabián Ayala adelantó al conjunto taronja en el minuto 76 tras un salto en el que a Helguera se le hizo totalmente de noche y un certero cabezazo a la red puso por delante al Valencia. Totalmente merecido.
Acto seguido, el equipo hipermegagaláctico se echó en tromba al ataque, a la desesperada a por el empate. Cientos de millones de euros sobre el césped, y colgando balones como un Sestao River (con todos los respetos). En una de estas, con el árbitro a 30 metros de la jugada, el linier tapado y con mucho, mucho teatro, Marchena forcejeó con Raúl, este se fue al suelo, y el señor Tristante Oliva señaló los once metros. Minuto 93.
Los días posteriores, la prensa nacionalmadridista llegó a decir que había sido una llave de judo. Protestaron hasta los judokas.
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